Domingo Mesa Hernández, o Domingo el abardero, vecino de la Cruz Santa, fue uno de los últimos artesanos dedicados a este tipo de trabajo en toda la isla. Tras realizar el servicio militar, a los 21 años comenzó en el oficio, aprendiendo de don Nicolás, maestro albardero. Fue un apasionado de su trabajo, pasaba en su taller la mayoría del tiempo. Desde sus comienzos destacó en la elaboración de los cabestros para las bestias, a los cuales dedicó mucho tiempo y esfuerzo, incluso conocido por la gran cantidad de adornos y detalles con los que los decoraba, tanto que ganó prestigio en este oficio rápidamente y por el resto de su vida, trabajando en su taller hasta sus últimos días.